Un artículo del Dr. Jorge Rachid
Los argentinos que, autoexiliados en Montevideo, conspiraban contra el
gobierno del Restaurador Juan Manuel Rosas, quien desde la gobernación de
Buenos Aires comandaba el intento de unificación federal de un país en ciernes,
no dudaron en sumarse subiendo a los noventa buques mercantes y veinte de
guerra ingleses y franceses, que en nombre de la libertad de comercio y la
libre navegabilidad de los ríos interiores, a fuerza de cañonazos y prepotencia
colonial quisieron imponer condiciones a un gobierno que consideraron débil e
incapaz de enfrentarlos. Se equivocaron de bando y de percepción de la
realidad.
Esos argentinos de ayer como Florencio Varela o Luis Bustamente, entre
otros, que no escucharon ni siquiera la proclama de Juan B. Alberdi desde su
exilio chileno, unitario enemigo de Rosas, pero en su fecunda y
lúcida madurez se le debe esta significativa frase: “Prefiero a los dictadores de mi patria que a los libertadores
extranjeros”, hoy repiten la historia, justificando desde
supuestas “academias” del pensamiento, los argumentos coloniales que esgrime el
Imperio inglés para desconocer las 11 resoluciones de Naciones Unidas
destinadas a discutir la soberanía de las Islas Malvinas, invocando la base de
los “derechos de los kelpers”.
Los mismos habitantes a quienes llamaban kelpers por ser discriminados
del Reino para quienes eran, hasta la guerra del 82, habitantes de los
territorios de ultramar, llamadas por Naciones Unidas “colonias” inglesas como
Gibraltar, Isla Ascención, Santa Elena entre otras que suman 13 en total, además
de la British Commonwealth of Nations, comunidad
de naciones que significa “riqueza común” y que suman 53 en total países, que
en función de intereses supuestamente comunes mientras tributan al Imperio.
O sea el Imperio está
vivo y tan despierto que después de la guerra nombró a los habitantes de las
Islas Malvinas, ciudadanos ingleses de pleno derecho, cosa que no había
realizado en casi 160 años. Recién a partir de entonces comenzaron a ser
ciudadanos de primera categoría, hecho negado a ellos por toda la historia
colonial.
Pleno derecho es lo
que parecen reconocerles, algunos argentinos cuya formalidad forjada en
supuestas cuestiones humanitarias bordea el cipayismo ( término derivado de los
soldados coloniales indios al servicio de los ingleses), haciendo base en una
falacia, ya que nunca la
Argentina pretendió desconocer el derecho humano a la vida,
ni al lugar de residencia como demostraron las tropas argentinas durante la
recuperación del archipiélago, que les fueron preservados incluso en detrimento
de las condiciones de vida de nuestros propios muchachos, heroicos patriotas
combatientes. No fue tomada su propiedad privada, ni sus alimentos ni medicinas
ni su dinero, no se restringió su libertad de movimientos ni se invadió su
privacidad. Quizás esta actitud constituyó un error desde el punto de vista
militar.
Estamos discutiendo
soberanía nacional, no si siguen siendo o no ingleses, cuestión absolutamente
menor, menos aún si se tienen que ir o no que nunca estuvo planteado, si pueden
o no seguir desarrollando sus actividades laborales y empresariales, nada de
eso fue planteado jamás, por lo cual la declaración de este conjunto de
intelectuales eurocéntricos anglófilos discute sobre las “calendas griegas”,
construcciones, abstracciones y relatos de cosas que jamás estuvieron
planteadas, jamás por ningún gobierno argentino.
Ahora, reconocer el
derecho a la autodeterminación de una población implantada por la fuerza de las
armas inglesas, con costo de vidas argentinas que vivían y gobernaban las Islas
Malvinas, es no sólo desconocer la historia sino mucho mas grave aún, es avalar
la prepotencia de la fuerza para imponer nuevos escenarios. Es como si nuestros
antepasados patriotas de la independencia hubiesen reconocido los derechos
españoles por haber estado casi tres siglos ocupando estas tierras en función
de derechos adquiridos, por el hecho de haber sometido a los pueblos
originarios, que maltrataron, esclavizaron y mataron en nombre de la
“civilización y la fe”, desplazando de sus tierras a millones de compatriotas
indígenas.
Que derecho a la
autodeterminación puede tener una población que ha hecho del conflicto de una
de las zonas del mundo de su mayor ingreso por cápita, producto del saqueo de
recursos de todo el pueblo argentino, desde petroleros hasta pesqueros,
ganaderos y otros que significan además pérdida de trabajo argentino, en manos
inglesas, que como plantea el premier inglés son base de recursos estratégicos
con miras al Tratado Antártico que se reúne este año. Además la supuesta
política de seducción implementada en la
década infame de los 90, que los intelectuales de mentas parecen añorar,
derivada de políticas neoliberales, de relaciones carnales y sometimientos
financieros, no sólo fueron un fracaso en cuanto a respuesta política, tanto de
los kelpers como de los ingleses. Entregamos todo lo pedido a cambio de nada,
ni siquiera ofrecieron una mesa de negociaciones en el marco de la UN.
Los mismos que piden
institucionalidad y “ser un país serio” son capaces de servir a los pies del
Imperio Inglés y negarse a acoplarse a las políticas de estado de su país, en
el marco estratégico.
Suben a cualquier
barco que debilite la política nacional, a la cual están enfrentados, son
capaces de alegrarse de los triunfos de los “fondos buitres” en los juzgados de
EEUU y criticar al ejecutivo y la justicia argentina cuando logra fallos a
favor en el CIADI ante demandas de las multinacionales voraces.
Añoran el país de la
estabilidad de los cementerios o el de la prepotencia de los poderosos donde no
vuela una mosca negra, donde la apropiación de la riqueza está garantizada por
la complicidad del gobierno, siendo mas proclives a discutir de sobre su
majestad la corona inglesa y su historia, que de rescatar la nuestra de gauchos
y criollos heroicos y luchadores de la libertad que fue enterrada en nombre de la Baring y los intereses
ingleses por el mitrismo.
Lamentable y a la vez
auspicioso el devenir intelectual de los tiempos actuales, en donde la polémica
se instala como hecho cotidiano de la política que ha sido recuperada, del cajón prisionero de
pensamientos mesiánicos y únicos, donde la discrepancia llevaba a la muerte, a
la prisión o la exilio. Es muy auspicioso que discutamos el rol de ,los
intelectuales en la formación de la conciencia nacional, su aporte a la
construcción de identidad, la visión del país en lo estratégico, todo eso es
muy bueno ya que apuntala el debate y enriquece los fundamentos.
Ahora de ahí a darle herramientas al enemigo colonial es “traición a la Patria” y expresar esto no
es xenófobo, es releer la Constitución
Nacional, la que gusten la del 1853, la del 49 o la del 94,
siempre está en el texto y todos sabemos que significa este término doloroso.
los que suscribieron fueron, la escritora Beatriz Sarlo, los periodistas José “Pepe” Eliaschev y Jorge Lanata, y el constitucionalista Daniel Sabsay, Emilio de Ípola, Rafael Filippelli, Roberto Gargarella, Fernando Iglesias, Santiago Kovadloff, Gustavo Noriega, Marcos Novaro, José Miguel Onaindia, Vicente Palermo, Eduardo Antin (Quintín), Luis Alberto Romero, Hilda Sábato y Juan José Sebreli.