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viernes, 22 de mayo de 2009

EL VALOR DE LA PALABRA



Lucha electoral con palabras sin
contenido.

Un artículo del Dr. Jorge Rachid

La inmensa catarata de palabras sin contenido que origina la lucha electoral, hace que la semiótica adquiera valor cotidiano en la interpretación de cada una de ellas como significado en si mismo.

Así nos asomamos a términos peyorativos como “la caja” cuando se expresa, desde la crispación, la búsqueda de recursos del ejecutivo, y que constituye su obligación natural para cumplir los objetivos del Estado Nacional.

Se utiliza, maliciosamente, el término “apropiación” a la restitución del derecho constitucional al sistema previsional solidario por la eliminación de las AFJP, que además de amputar el 30% del capital aportado del ahorro interno genuino de millones de argentinos adjudicándolo maliciosamente a “gastos administrativos” y no a “ganancias” que era lo real, invertían en “paraísos fiscales” e instituciones privadas de mercados de valores extranjeros, operando en ese momento con 35 mil millones de dólares provenientes de salarios diferidos a los fines previsionales. Cuando a esa situación se la llamó “saqueo” por parte de la prensa, los “políticamente correctos” clamaron por la “propiedad privada” como si los fondos previsionales fuesen plazos fijos individuales y no un pacto intergeneracional.

Por supuesto que a la recuperación del rol del Estado en la economía se la llamó “estatismo o populismo” en un desconocimiento de ambos términos, producto quizás de tantos años de cultura dominante neoliberal, donde “Estado” era palabra prohibida, y “Mercado” actuaba de ordenador social. Así nos fue, en el desierto del desamparo y la desocupación de los noventa. Sin embargo, no alcanzaron las recomendaciones de que el Mercado sin Estado es “mercado negro” promotor de las políticas darwinianas en lo social donde triunfa el mas fuerte, como en la lucha de las especies por su supervivencia.

Si “estatismo” es el rol del Estado como ordenador social y equilibrador de los intereses naturales que contiene toda sociedad, es indudable que lo único que se hizo fué recuperar “soberanía”, entendida ésta como la capacidad de tomar decisiones y ejecutarlas por parte del Gobierno elegido por el pueblo.

“Populismo” no se utiliza, arteramente, como estar atento a los contenidos populares del reclamo social, no ejercer la violencia del Estado ante el conflicto, atender la realidad y tratar de superarla, antes que estigmatizar la pobreza y la marginalidad. Se han convertido a las mismas, pobreza y marginalidad, en banderas de críticas antes que en caminos de solución que se están ejecutando, mal o bien, formando parte esto último de otro análisis mas profundo de políticas sociales donde la hipoteca social sigue siendo alta.

Cuando una acción de gobierno se cataloga de “populismo”, se lo hace desde una carga política que niega lo popular, que pretende ignorar que una sociedad se construye desde la búsqueda y el compromiso de Justicia Social, que significa ni mas ni menos que movilidad social ascendente a sectores de población hasta ayer nomás desplazados de la pirámide social. Si ese compromiso es “populismo” sin dudas es una política correcta desde el punto de vista de quienes pretendemos una sociedad mas justa.

Sin embargo quienes lo enarbolan lo hacen despectivamente porque han asumido como propio y aplicable para todos, al eje culturalmente dominante de los últimos 30 años que privilegió al sector financiero por sobre el productivo, derrotó temporalmente a la cultura del trabajo y las leyes laborales de años de luchas y sacrificios del movimiento obrero y convenció que los argentinos éramos vagos e inservibles. Tomó como cierto que necesitábamos una Argentina productora de materias primas para el mundo, que el mercado interno no importaba, que el costo social (que nunca pagan los poderosos) había que asumirlo para integrarnos al mundo, que necesitábamos a las inversiones extranjeras aunque sean capitales buitres o lavados de dinero espúreo. Nos explicaron que la teoría del derrame, del crecimiento macro, las mediciones de riesgo internacional, la opinión de los organismos internacionales de créditos y mil consignas eran “Palabras Infalibles a Aplicar”, pero la realidad sobreviniente fué que, la teoría y sus “aplicadores”, hundieron la Nación, nos dejaron sin Patria e hicieron llorar a millones de argentinos. Todo en el uso estricto de la palabra como herramienta de creación de una política.

La Palabra es el motor de búsqueda del pensamiento. Desde ella se puede discernir la “ideología” del emisor. Es el indicador desde donde se mira la vida, la propia y del mundo.

Quien dice “mano dura” lo hace desde algún lugar, mas allá del involucrado directo en un hecho lamentable y quien lo expresa desde la política no habla de seguridad, habla de represión.
Cuando nos presentan “inseguridad jurídica” en términos genéricos nos quieren significar que no funcionan los mecanismos republicanos de los poderes públicos democráticos.
Cual es la “seguridad jurídica” del jubilado con fallo de la Corte favorable que debe esperar el resarcimiento, frente a la “inseguridad jurídica” de la empresa monopólica privatizada que clama por justicia habiéndola vaciado, que no efectivizó las inversiones pactadas ni pagó las cargas sociales de sus empleados ni los impuestos a las ganancias.
Las seguridades e inseguridades existen de acuerdo al rol social de cada protagonista. Es un “hombre alegre” cuando el millonario se emborracha y “negro borracho” cuando lo hace un trabajador en el ejercicio discriminador, habitual y cotidiano de cierta prensa argentina.

Así cada condena, cada diatriba cotidiana, se va instalando como una verdad absoluta, indiscutible.
La ofuscación sobre los “índices de precios” no es tema de mayorías populares, preocupadas por otras circunstancias como los precios reales y como cuidar el peso. Las candidaturas llamadas “testimoniales” tampoco impactan en lo cotidiano del trabajador que hasta ayer transitaba la angustia del trabajo y hoy lo tiene.
Los “fondos” del ANSES y su inversión en políticas anticíclicas, inversiones de corto, mediano y largo plazo, como tienen los organismos previsionales del mundo, es otro tema de agitación.
La visita del “dictador” Bolivariano, quien pese a haber ganado las últimas 12 elecciones excepto una derrota sigue catalogado como tal.
Que estamos “fuera del mundo” por no tener acceso al crédito, en el mismo mundo que se derrumba con la lógica esgrimida por los críticos de hoy, pero que sin embargo comerciamos por 50 mil millones de dólares sin restricciones ni problemas financieros. Podría seguir el listado de frases hechas a medida, en una pugna cultural que es política y que dominará los próximos años de la agenda argentina en la búsqueda de sus nuevos paradigmas para los nuevos tiempos.

No quise ingresar por la ventana a la semiótica porque no me considero capacitado para eso, pero sí lo estoy para un análisis de la situación actual, donde los actores intentan esconder intenciones, detrás de palabras que desnudan las mismas.

Desde la visión internacional hasta el manejo propio del Estado todo está bajo sospecha, cuando no se dirimen como corresponde los términos ideológicos de la confrontación, cuando el debate político está escondido y nadie dice lo que va a hacer en caso de triunfar su postura. El Gobierno ha trazado un camino desde hace años y en su accionar ha tenido aciertos enormes y también falencias e hipotecas pendientes. El neoliberalismo estructural está vivo y merece ser desmontado para reinstalar la cultura de la solidaridad y el trabajo.

En realidad, lo que nos dicen, son “medias palabras”, son insinuaciones embozadas, son realidades que por alguna razón no nos dicen del todo, sino incompleta y confusamente. Las palabras son sentencias cuyo significado depende de quien las diga, donde las diga y hacia quien las diga. De esto saben todos los sesudos forjadores de imágenes de campañas electorales que trabajan sobre la foto y no sobre la película, impactando con el latiguillo, conmoviendo en la acción dirigida y escondiendo su programa político y su historia, diciendo solo “medias palabras” y sabiendo de antemano que su “palabra”, no es tal.

Los argentinos tenemos memoria y sabemos lo que no queremos, pero también lo que nos falta recorrer para construir una sociedad mas equitativa con Justicia Social, tanto como sabemos que la palabra “Patria” proviene de “padre enterrado” o sea nuestra propia historia, y “Nación” por “nacer” de nuestra identidad. Ambos términos que deberían conjugar nuestro compromiso para con ellos.